La importancia de los 1000 primeros días de vida (III): La alimentación complementaria
La introducción de la alimentación complementaria es clave de cara a la instauración de los hábitos alimentarios de una persona durante toda su vida. Por ello, debemos entender que en esta época no solo es importante qué alimentos toma en un momento determinado sino también el objetivo a largo plazo: que el niño tome una alimentación variada y saludable en etapas posteriores.
Siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, la alimentación complementaria se introduce a partir de los 6 meses de edad, considerando que la leche materna, o la leche de fórmula cuando aquella no es posible, es el único alimento necesario para los lactantes hasta esta edad. En ocasiones aún se recomienda introducir antes los cereales sin gluten y las frutas, pero nunca antes de los 4 meses, en primer lugar porque el bebé no necesita otros alimentos, y en segundo lugar por la inmadurez de sus sistemas digestivo e inmunológico.
A partir de los 6 meses introducimos progresivamente las verduras, cereales, carnes y frutas, y algo más tarde otros alimentos como las legumbres, el pescado y el huevo. No existe ningún orden estricto en la introducción de estos alimentos, ya que el momento de introducción de cada alimento concreto depende en gran medida de factores ambientales y culturales de cada sociedad.
Es importante ofrecer alimentos naturales, cocinados en casa, evitando procesados, que con frecuencia contienen aditivos y conservantes que no son necesarios para la alimentación del bebé, además de sal y azúcares añadidos, con frecuencia en cantidades superiores a las necesidades del niño.
Hoy en día preferimos evitar o al menos reducir el consumo de papillas de cereales de fórmula, ya que su aporte de azúcares es también elevado (y más cuando se preparan papillas espesas como se solía recomendar hace no muchos años), y en lugar de ello recomendamos ofrecer fuentes de hidratos de carbono complejos como legumbres, patata y cereales (arroz, trigo, avena, trigo naturales o a través de pasta), que se pueden añadir a las verduras o caldos, o pan blanco en pequeñas cantidades, reduciendo así el aporte de azúcares. En todo caso se debe evitar la adición de sal, azúcar, galletas, leche condensada o miel a los alimentos que preparamos para los niños.
La introducción de la alimentación complementaria se ha hecho durante muchos años en forma de papillas, pero lo cierto es que muchos niños pueden empezar a tomar alimentos sólidos con seguridad a partir de los 6-7 meses, siempre que ya se mantengan sentados, ofreciendo únicamente alimentos blandos para minimizar el riesgo de atragantamiento. Esto constituye lo que se ha denominado “alimentación guiada por el bebé”(Baby Lead Weaning en inglés) o “alimentación libre de papillas”. Las evidencias en cuanto a sus efectos sobre el control del peso a largo plazo y el riesgo de enfermedades metabólicas como la diabetes es controvertido, pero sí parece claro que ayudan a diversificar los gustos alimentarios del bebé desde edades tempranas y disminuye la incidencia de otros problemas relacionados con la introducción de alimentos en la infancia (rechazo de los sólidos o a alimentos concretos, aversiones, etc.).
Además, de cara a limitar la posible toxicidad, se recomienda no introducir las verduras con grandes contenidos de nitratos (espinacas y acelgas entre otras) antes del año de vida. En el caso de consumirlas, deberá ser recién cocinadas y en cantidades moderadas. Del mismo modo se recomienda limitar el consumo de grandes pescados azules (emperador, bonito) por su elevado contenido en mercurio.
La evitación de determinados alimentos en edades tempranas para reducir la posibilidad de alergias alimentarias es un tema controvertido, ya que en ocasiones se ha demostrado que la introducción temprana y repetida de determinados alimentos con potencial alergénico puede ser beneficiosa. En todo caso, habrá que vigilar la aparición de síntomas relacionados con la introducción o repetición de un alimento concreto, especialmente en niños con mayor riesgo de desarrollar alergias ( principalmente los que presentan dermatitis atópica desde los primeros meses de vida o tienen antecedentes familiares de alergias).
Aunque entre los 6 y 12 meses es importante el aporte de hierro, principalmente a partir de carnes, para evitar la anemia del lactante, en etapas posteriores conviene limitar el consumo de carnes rojas, así como de embutidos y carnes procesadas (salchichas, hamburguesas, etc.), cuya ingesta excesiva se ha demostrado también perjudicial para la salud. Del mismo modo, conviene evitar en lo posible el consumo de todo tipo de productos precocinados y procesados (con frecuencia contienen un exceso de sal y grasas poco saludables, además de azúcares añadidos) y apostar por los alimentos naturales preparados en casa.
Hasta los 4 años de vida recomendamos evitar el consumo de frutos secos enteros por presentar alto riesgo de atragantamiento y aspiración. Sin embargo, se pueden introducir molidos o en forma de harina. Su consumo moderado en edades posteriores es beneficioso, ya que suponen un interesante aporte de calcio y grasas saludables, pero es preferible que se consuman tostados y sin sal.
A partir del año y medio de vida, cuando ya se han introducido casi todos los alimentos y los niños ya tienen una alimentación sólida similar a la del resto de la familia, vemos con frecuencia cómo se introducen, a menudo precozmente, otros productos que no son necesarios ni deseables, siendo ese el momento donde comienzan los hábitos alimentarios que pueden dar lugar al sobrepeso, la diabetes tipo 2 y otras enfermedades metabólicas.
Estos productos que no recomendamos en la alimentación infantil son principalmente: zumos y productos procesados basados en la fruta, refrescos, batidos y otros lácteos azucarados, galletas, cereales azucarados, bollería industrial, snacks (patatas fritas, gusanitos, etc), cremas de cacao, chocolatinas y golosinas. Aunque son publicitados específicamente para los niños, y a menudo se promocionan basándose en una supuesta composición equilibrada (e incluso avalados por sociedades científicas), suelen contener una cantidad elevada de azúcares, grasas no saludables y sal, y su consumo frecuente es perjudicial, independientemente de que puedan estar “enriquecidos en vitaminas o minerales” como podemos leer en su etiquetado.
¿Pueden consumir los niños estos productos de forma ocasional? Si, probablemente no habrá consecuencias negativas en su salud. Pero con frecuencia vemos que el consumo de unos u otros productos es habitual (un día de un tipo, otro día de otro), y esto se hace especialmente patente en los niños que presentan sobrepeso, donde es frecuente encontrar el consumo habitual de muchos de estos productos combinados, asociado además a menudo a una actividad física menor de la deseable.
En resumen, la introducción de la alimentación complementaria es un momento clave para el desarrollo de los hábitos nutricionales de los niños, y por ello debe estar guiada por recomendaciones profesionales pero sobre todo por sentido común, recordando que la mejor opción es diversificar la alimentación a partir de alimentos naturales cocinados en casa, procurando un consumo frecuente de productos vegetales y evitando al máximo el uso de alimentos procesados.
Santy Conde
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