El alcohol no forma parte de una alimentación saludable
Las recomendaciones nutricionales, afortunadamente, han cambiado de forma significativa, en el último siglo. A pesar de ello las inercias de la población hacia las recomendaciones anteriores son enormes. Si esto es algo negativo, peor es cuando se contrastan dichas inercias inmovilistas entre no pocos profesionales sanitarios. En ocasiones el defender la evidencia actual -frente a lo que se dice en un vetusto libro de medicina- es más difícil que intentar parar con las manos un tren de 200 vagones en una cuesta abajo y en punto muerto por mucho que esté demostrado que el alcohol no forma parte de una alimentación saludable
Cambiar ideas del pasado
En este contexto, las recomendaciones sobre el consumo de alcohol y su efecto sobre la salud quizá sean algunas de las más duras de vencer. Poco a poco algo se ha logrado, pero lo cierto es que cualquier avance, aunque sea milimétrico, implica varios años para su consolidación, con independencia de lo contundente que sea la evidencia a su favor, que ya adelanto es mucha.
Publicidad de alcohol hace no tanto
Con la perspectiva que otorgan los años, y gracias en cierto modo a la hemeroteca cuasi universal que facilita Internet, hay que reconocer que se han dejado de realizar muchas alegaciones que hace años pudieran parecer normales pero que hoy en día no cabe sino catalogar de aberrantes.
- La publicidad de distintas cervezas en las que se recomendaba su uso incluso en los niños por motivos de salud (no, no es broma).
- La publicidad de “coñac” que animaba a beber una copa antes de emprender un viaje al volante o una competición de tiro con escopeta (no, tampoco esto es broma).
- Artículos periodísticos (1927) qué, haciéndose eco de un “estudio científico” revelaba no solo que el vino no fuera nocivo para la salud, sino que además “un hombre normal bien equilibrado, que se alimente bien y haga vida activa puede emborracharse hasta 2.000 veces en un período de diez a doce años sin comprometer su salud de una manera seria”.
Si las cuentas no me fallan, esto implica que no habría mayores consecuencias si alguien se pilla una cogorza cada dos días. Y así durante 10 o 12 años. Constantemente. Puedes leer la referencia a la noticia de aquel entonces en este enlace de 2018. Merece la pena destacar que ya en la reseña -esta de apenas un par de años- hay más devoción y asentimiento por el asunto, que escandalo y bochorno por los datos aportados en aquella nota de 1927 (que el medio sea “El eco del Valdepeñas” es probable que tenga bastante que ver).
- Por no hablar de la prácticamente infinita frecuencia de encontrar, incluso a día de hoy, artículos periodísticos (y también “científicos”) firmados por no importa que “doctor” o universidad, en los que se glosan las virtudes salutíferas de consumir cierta cantidad de cierta bebida alcohólica. En nuestro medio suelen se de vino y cerveza, pero como se trata de una cuestión cultural -y de márquetin- lo habitual es que en otros países las bondades se trasladen señalen hacia otras bebidas alcohólicas más arraigadas en aquel contexto.
La comunidad sanitaria (objetiva) lo tiene claro con el alcohol
Quizá te extrañe el paréntesis, pero es necesario. En ocasiones los posicionamientos de algunos profesionales sanitarios, y más en concreto de los de la medicina, están sesgados por conflictos de interés. Ocurre que son los mismos autores de trabajos “científicos” y de investigación que están financiados por grupos de presión con intereses muy concretos en la industria de las bebidas alcohólicas.
A su vez, otros profesionales sanitarios asumen con cierta indulgencia y con escaso espíritu crítico estas publicaciones, de forma que creen a pie juntillas lo que puedan encontrar en dichos artículos. Y de ahí que, en ocasiones, sus recomendaciones hacia los pacientes sean tan poco objetivas o ajustadas a la realidad.
El caso es que cuando se contrastan los estudios independientes y, en resumidas cuentas, se hace acopio de la mayor evidencia científica al respecto de las recomendaciones del consumo (o no) de las bebidas alcohólicas, se la que sea, el mensaje es claro, unánime e incontrovertido:
“hoy en día se puede asegurar con rotundidad que el alcohol NO forma parte de una alimentación saludable”
No existe el consumo «seguro» de alcohol
Tanto es así que es preciso saber que ya no existe eso que se ha mencionado como “consumo seguro” de alcohol en base a su “moderación” y “responsabilidad”.
Hoy en día, cuando se habla del uso de bebidas alcohólicas se hace en referencia a dos tipos de consumo: de riesgo o de bajo riesgo. No hay, por tanto, un consumo seguro. Mayor o menor; las bebidas alcohólicas siempre implican asumir un riesgo.
No solo esto es así, sino que tal y como se ha anunciado hace pocas semanas nuestro Ministerio de Sanidad. Basado en el trabajo de los profesionales sanitarios de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria ha decidido rebajar a la mitad el nivel de consumo de alcohol considerado como de “bajo riesgo”. Ha pasado de 40 g/día a 20g/día en hombres, y de 24 g/día a 10g/día en mujeres. En esa misma nota de prensa se aclara que “no existe riesgo cero” en la ingesta de un producto que es cancerígeno.
Ante este panorama, el consumidor medio debería tener en cuenta que la imagen de cualquier profesional sanitario que recomiende la clásica copita de vino en las comidas está tan fuera de lugar como el hábito de desplazarse en diligencia.
¿Alcohol en la diabetes?
Pues la respuesta es la misma, pero con una salvedad (o debiera decirse, más bien, una “severidad”).
Y es que, precisamente en diabetes, el consumo de cualquier cantidad, de cualquier tipo de bebida alcohólica no debería asociarse nunca, aun menos, a la salud.
Por eso, desde la Fundación de la Sociedad Española de Diabetes, se ha publicado recientemente este monográfico centrado en la historia de las relaciones entre el consumo de bebidas alcohólicas y la salud… y más en concreto respecto a la diabetes.
Con el inequívoco título “El alcohol en diabetes, cuanto menos mejor” se deja claro al colectivo de enfermos y a sus familiares que no se ha relacionado el consumo de ninguna cantidad ni de ningún tipo de alcohol con la prevención de la aparición de diabetes, con la mejoría en control glucémico o con la disminución de las complicaciones. Pero sí se han demostrado efectos negativos del alcohol, como aumento del riesgo de diabetes y alteración de los controles de glucosa en personas ya diagnosticadas.
Es más, y en relación con la preocupante pandemia que estamos viviendo debido al coronavirus de la COVID19, se hace hincapié en que el consumo de bebidas alcohólicas ni previene el contagio ni mata al coronavirus. Sin embargo, sí existe evidencia de que beber sí aumenta el riesgo de síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA), una de las complicaciones más graves de la COVID19. Además, la desinhibición asociada al consumo de bebidas alcohólicas podría facilitar el relajamiento en cuanto a las medidas de seguridad necesarias en las actuales circunstancias (mascarilla, higiene de manos, distancia de seguridad …) y aumentar así el riesgo de contagio y de propagación de la enfermedad.
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