Alimentación y actividad física en la prevención de la diabetes gestacional
Tal y como mencionamos en otro artículo de este blog la diabetes gestacional (DG o GDM, Gestational Diabetes Mellitus en inglés) se define de manera general como aquella situación en la que una mujer afronta por primera vez un diagnóstico de diabetes mellitus o de intolerancia a la glucosa en el curso de un embarazo, y que se suele resolver o finalizar al término de dicho embarazo.
Aunque los criterios para su diagnóstico ofrecen cierta variación, se trata de una patología especialmente prevalente que afecta a entre el 15-20% de los embarazos, alcanzando en algunas regiones del mundo el 30% cuando se utilizan los criterios diagnósticos de la Organización Mundial de la Salud. Que se dice pronto. Una prevalencia la de la DG que, al igual que sucede con la diabetes como tal, ha aumentado de forma significativa en las últimas décadas. La OMS ha ofrecido algunas explicaciones para justificar este repunte: el retraso en la edad en la que las mujeres afrontan la maternidad, el incremento de la obesidad entre la población femenina, sin olvidar aquellos movimientos migratorios cada vez más frecuentes de mujeres con alto riesgo de padecer esta patología a regiones geográficas con un menor riesgo general, pero que de otro modo no quedarían registradas.
Graves complicaciones. Presentes y futuras
Más allá de la poco deseable noticia a la hora de recibir un diagnóstico de DG, el asunto implica como ya vimos distintos riesgos a lo largo del ciclo vital tanto de la madre como de la descendencia, muy en resumen:
- Las mujeres que han recibido un diagnóstico de DG tienen hasta un 70% de probabilidades de recibir el diagnóstico de diabetes mellitus tipo 2 en los siguientes 28 años tras del parto.
- Los niños que han nacido tras un embarazo con DG cuentan con un mayor riesgo de macrosomía, hipoglucemia posparto y cambios epigenéticos que condicionarán, al alza, su riesgo a la hora de padecer obesidad y diabetes tipo 2 a todo lo largo de su ciclo vital.
Dieta y ejercicio
Ante este panorama, no es de extrañar que se estén realizando diversas investigaciones con el fin tanto de minimizar el riesgo de DG, como de tratar su evolución una vez instaurada. Uno de los más estudios de intervención más recientes, publicado en la revista de la Asociación Americana de Diebetes contrastó, en una población de 293 mujeres, que aquellas sobre las que se intervino en los estilos de vida, en relación a la práctica de actividad física y la alimentación, hubo un 40% menos de casos de DG.
En este sentido, en 2018 se publicó una revisión con metaanálisis de estudios observacionales: “Associations of Diet and Physical Activity with Risk for Gestational Diabetes Mellitus: A Systematic Review and Meta-Analysis” (Asociaciones de dieta y actividad física con el riesgo de DG: una revisión sistemática y un metaanálisis” y los resultados no pudieron ser más elocuentes a pesar del carácter observacional del trabajo:
Las dietas según el patrón mediterráneo o aquellas conocidas como “DASH” (= Dieta para la reducción de la Hipertensión) y los niveles más altos de actividad física antes o al inicio del embarazo, se asociaron con un menor riesgo o probabilidad de DG, respectivamente.
Como no podía ser de otra forma, las recomendaciones que habitualmente se dirigen a la población general para la prevención de la diabetes son también válidas para la prevención de la DG.
Es decir, y como no podía ser de otra forma, las recomendaciones que habitualmente se dirigen a la población general para la prevención de la diabetes son también válidas para la prevención de la DG.
En el terreno de los datos concretos este trabajo encontró las siguientes asociaciones:
- El consumo de bebidas azucaradas se asoció de forma estadísticamente significativa con un riesgo aumentado de DG.
- Los autores resaltaron la dificultad de definir aquello que se conoce como “dieta mediterránea”. No obstante, concluyeron que los datos más positivos se asociaron a aquellos patrones de consumo en los que se contrasta una gran cantidad relativa de frutas, verduras, legumbres, frutos secos naturales, cereales integrales, aceite de oliva virgen extra, pescado, frente a la poca presencia de carne y de “aperitivos”.
- En el terreno de la actividad física, el estudio encontró una asociación protectora de la práctica de ejercicio frente a la DG tanto al realizarlo al inicio del embarazo, y más aun cuando se tiene costumbre de practicarlo “desde antes”.
- En cuanto a la duración, y de acuerdo con las guías más habituales para el embarazo, se recomienda la práctica de 150 minutos a la semana de algún tipo de actividad de intensidad moderada o 75 minutos/semana cuando esta es vigorosa.
- Aunque resulte de Perogrullo, cabe destacar que los autores hacen un especial llamamiento no tanto a los cuidados de la mujer durante el embarazo en relación a su alimentación y actividad -que también- si no a la importancia que tiene que estos estilos de vida saludable estén presentes antes del mismo. En sus propias palabras: “nuestra revisión sugiere que la dieta de corte mediterráneo y una adecuada actividad física son intervenciones prometedoras para la prevención de la DG. Sin embargo, se obtiene un mayor grado de protección cuando ambos factores del estilo de vida se incorporan antes del embarazo y prolongan durante el mismo”.
No debería haber ninguna duda al respecto de considerar que cuando hablamos de salud, la unidad es (al menos) dos: actividad física y alimentación adecuados, tal y como un servidor escribió hace ya 7 años.
Y ya que estamos, primero una pregunta y luego un consejo:
¿Crees que eres capaz de hacer todo lo que haces en un día en vez de en 24 horas, hacerlo en 23 horas y media?
Si la respuesta es que sí, ya tienes media hora de sobra para hacer ejercicio (adecuado a tus circunstancias) todos los días. Todos.
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