En diabetes tipo 2 la calidad de la dieta es tan importante, o más, que el peso
Cuando las elecciones alimentarias son las adecuadas, padecer obesidad NO aumenta el riesgo de padecer diabetes tipo 2
Tener el diagnóstico de diabetes tipo 2 y padecer obesidad era, al menos hasta la fecha, una forma muy evidente de atar cabos. Tanto, que la amenaza de “si sigues así acabarás con diabetes” ha sido -y tiene pinta que seguirá siendo- todo un clásico entre las diversas advertencias que se pueden dirigir a cualquier persona con exceso de peso. De hecho, tal y como ya hemos contado en este mismo canal en diversas ocasiones, es muy difícil sustraerse a la tentación de observar la incidencia de la obesidad y de los casos de diabetes en las últimas décadas (que dibujan una prácticamente idéntica trayectoria), y no acabar por establecer una relación de causa y efecto: a más sobrepeso -y no digamos obesidad- más riesgo de padecer diabetes. Tanto es así, que la primera recomendación, por encima de cualquier otra que venga después y que se dirija a todo paciente con diabetes tipo 2 suele ser, siempre: reduzca su peso.
Pues bien, es posible que nos estemos saltando un paso un intermedio, que sería aquel que podría ayudar a entender los verdaderos factores de riesgo de la diabetes tipo 2. Me refiero a la calidad de la dieta. Una reciente publicación ‘Healthy dietary pattern and their corresponding gut microbiota profile are linked to a lower risk of type 2 diabetes, independent of the presence of obesity’ (Un patrón dietético saludable y su correspondiente perfil de microbiota intestinal están relacionados con un menor riesgo de diabetes tipo 2, con independencia de la obesidad) es lo que viene a concluir con poco género de dudas, y más allá de lo que expresa su título. En este estudio participaron 182 pacientes de más de 65 años que reunían los criterios de “prediabetes”. Además de su peso, se evaluaron los distintos patrones dietéticos de los participantes para comparar hasta qué punto dichos patrones podían influir en el riesgo de diabetes. De esta forman hicieron cuatro grupos: pacientes con obesidad que seguían una dieta saludable, con obesidad pero con dieta no saludable, pacientes en normopeso con dieta saludable, y normopesados con dieta no saludable.
De entre todos los grupos, se contrastó que en aquellos en los que el seguir una dieta saludable era un denominador común, el hecho de padecer obesidad no aumentaba el riesgo de diabetes tipo 2. En sentido contrario, de entre los dos grupos con la dieta no-saludable, el grupo que presentaba además obesidad, si que ofrecía una probabilidad aumentada de padecer diabetes tipo 2. Dicho en corto: cuando las elecciones alimentarias son adecuadas, padecer obesidad NO aumentaría el riesgo de padecer diabetes tipo 2; pero SÍ lo aumentaría en el momento en el que la dieta fuese inapropiada.
El vínculo (¿la explicación?) de la diabetes con la flora intestinal
Se sabe ya desde hace tiempo que el estilo dietético de cada cual impacta de forma significativa en el ecosistema de su flora intestinal. Por eso, en este estudio se observó al mismo tiempo las características de la microbiota de los participantes. Así, se reparó en que en los dos grupos que compartían un mejor estilo dietético -ya tuvieran sobrepeso/obesidad o no- su patrón de bacterias era más saludable, que en aquellos otros dos grupos que seguían peores hábitos dietéticos.
Es más que posible que la naturaleza de la flora intestinal esté detrás, junto a otros factores y en cierta medida, del riesgo de padecer diabetes tipo 2. De hecho, recientes investigaciones han coincidido en esta línea. Por ejemplo, la reciente revisión de la literatura científica ‘Role of gut microbiota in type 2 diabetes pathophysiology’ (Papel de la microbiota intestinal en la fisiopatología de la diabetes de tipo 2) concluyó que existen determinadas bacterias (las pertenecientes a los géneros Bifidobacterium, Bacteroides, Faecalibacterium, Akkermansia y Roseburia) cuya presencia se asocia con un menor riesgo de padecer diabetes tipo 2; frente a otros géneros, como Ruminococcus, Fusobacterium y Blautiase, que se asocian un mayor riesgo.
Al respecto del mecanismo por el que esto pueda ser posible, existe a día de hoy una considerable literatura científica que sospecha -o más bien apunta- al respecto de que ciertas distintas estirpes microbianas podrían proteger, en el mejor de los casos, o destruir, en el peor, lo que se conoce como las “uniones estrechas” del epitelio intestinal (para más información pueden consultarse esta publicación o esta otra).
Por explicarlo de forma rápida, las “uniones estrechas” son unas estructuras que unen unas células a otras y que de algún modo (en virtud de su presencia, ausencia y número) regulan el paso de sustancias entre una capa celular, en este caso la del epitelio intestinal. Se propone que un entorno negativo en lo que refiere a la flora intestinal propiciaría la destrucción de estas estructuras, lo que facilitaría el paso de materiales desde la luz intestinal al medio interno, que es una circunstancia que está en relación con la resistencia a la insulina (una de las características definitorias de la diabetes tipo 2). En sentido contrario, una flora intestinal positiva (propiciada en cierta medida por unos hábitos dietéticos adecuados) favorecería el aumento de estas “uniones estrechas” disminuyendo de esta forma el riesgo de diabetes tipo 2.
¿Un nuevo enfoque las recomendaciones ante la diabetes?
Sea como fuere el vínculo de la flora intestinal, o su papel en el incremento del riesgo de la diabetes tipo 2, los autores del estudio mencionado, coinciden en que a la luz de estos hallazgos se abre una nueva posibilidad en las recomendaciones.
Tanto es así que los propios autores plantean la posibilidad de que en el caso de las personas de 65 o más años con prediabetes, las recomendaciones clásicas personalizadas en dietas restrictivas para la pérdida de peso podrían no ser la mejor opción. La razón es que, especialmente en este colectivo, las dietas restrictivas para la pérdida de peso se asocian con bastante frecuencia a otros importantes riesgos potenciales, como lo son la sarcopenia, el deterioro funcional, la malnutrición (y sus deficiencias) y la fragilidad. Por tanto, abogan, en este grupo de edad antes que, en cualquier otro, por la promoción de un verdadero estilo de alimentación saludable en vez de centrarse en la reducción de peso. Eso implica, tal y como se ha comentado en diversas ocasiones en este canal, la recomendación de incluir una amplia oferta de alimentos vegetales (verduras, hortalizas y frutas), legumbres y frutos secos, del aceite de oliva como grasa de adición y en otros alimentos que sean fuente de grasas saludables; al tiempo que se evita en todo lo posible aquellos productos ultraprocesados. Es decir algo que se parece mucho a la dieta del que posiblemente sea el mejor paciente del mundo con diabetes tipo 2.
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