6 mitos de la diabetes y la alimentación
Pocos entornos hay como el alimentario y su relación con la salud en los que la proliferación de mitos sea tan flagrante. Y en este terreno el adelgazamiento y la diabetes se llevan, sin lugar a dudas y tristemente, la palma.
Por Juan Revenga.
Resulta lamentable. En un mundo condicionado hasta el paroxismo por la estética, la salud ocupa un segundo plano. Por lo general y tan solo de boquilla sale a colación la importancia y el peso que los ciudadanos le trasladan a este elemento si no fuera, tan solo, como condicionante de ese culto a la estética al que me refiero. De otro modo no se entendería en absoluto el desconocimiento general que se tiene del impacto de la diabetes en el panorama mundial. Una enfermedad que ha crecido en las últimas décadas como ninguna otra lo ha hecho nunca. Y eso que se trata de una enfermedad metabólica, no transmisible (o si lo prefieres, no contagiable). Es decir una de esas situaciones en las que su adquisición se la gana a pulso cada uno. Sí, es cierto, muchas veces condicionado por las circunstancias (alimentarias, variables laborales, de horarios, de entorno, sin olvidar la genética predisponente, etc.) en las que el paciente poco tiene poco margen de maniobra, en especial, si vive “desapercibido” de esas circunstancias… y sus riesgos.
Así, y a modo de ejemplo baste recordar las cifras de ese crecimiento; es decir hablar de su prevalencia e incidencia… ayer y hoy:
- El número de personas con diabetes ha aumentado de 108 millones en 1980 a 422 millones en 2014.
- La prevalencia mundial de la diabetes en adultos (mayores de 18 años) ha aumentado del 4,7% en 1980 al 8,5% en 2014.
- Se estima que en 2012 la diabetes fue la causa directa de 1,5 millones de muertes, y que otros 2,2 millones de muertes eran atribuibles a la hiperglucemia.
- Aproximadamente la mitad de las muertes atribuibles a la hiperglucemia tienen lugar antes de los 70 años de edad. Según proyecciones de la OMS, la diabetes será la séptima causa de mortalidad en 2030.
- Se puede tratar la diabetes y evitar o retrasar sus consecuencias con dieta, actividad física, medicación y exámenes periódicos para detectar y tratar sus complicaciones.
Ante este escenario (en especial considerando el último apartado) no es de extrañar la proliferación de mitos, leyendas, soluciones milagrosas y demás cuentos de bruja que, ya sea anclados en el pasado (cuando la evidencia científica al respecto era otra) o bien alentados por un jugoso mercado en alza traten de hacer su agosto en el tratamiento y prevención de la diabetes. Y hoy, en este post, vamos a ver buena parte de esos cantos de sirena.
1. La diabetes no es una enfermedad grave
Bueno, esta valoración dependerá mucho de lo que uno establezca como “grave”. Así y por poner una serie de datos encima de la mesa y que luego cada uno valore esa gravedad, la diabetes causa más muertes al año en el panorama mundial que el cáncer de mama y que el SIDA juntos; además, 2 de 3 personas con diabetes mueren por una enfermedad cardiaca o derrame cerebral.
2. La diabetes es contagiosa
No, la diabetes tipo 2 no es contagiosa. Si bien es cierto que se tienen descritos todos los condicionantes que terminan en que una determinada persona tenga diabetes sí se sabe a ciencia cierta que no se contagia como un resfriado, una gripe o cualquier otra enfermedad infecciosa. Sí que están descritos ciertos condicionantes genéticos. Además, hay que tener muy presente que es el estilo de vida de cada uno en lo que respecta a estilo de alimentación y de actividad física el que va a condicionar su debut.
3. Macronutrientes, proporciones y cuantificaciones cerradas (y absurdas)
No sé qué es lo que habrás oído (incluso es posible desde tu médico de cabecera o endocrino) pero para el tratamiento y prevención de la diabetes no hay un una proporción ideal de macronutrientes establecida. Sí, sé que el famoso 55-30-15 (porcentajes ideales de las calorías provenientes de hidratos de carbono, grasas y proteínas) son todo un clásico, tanto en las recomendaciones para la población general como para los pacientes con diabetes, si cabe, con mayor presión. Pero no, te lo contamos con todo lujo de detalles en esta entrada: la actual evidencia científica al respecto de los porcentajes ideales de macronutrientes de la dieta de un diabético no tienen, a día de hoy ni pies ni cabeza. En su lugar, antes que andar contabilizando de forma casi enfermiza los “macros” y sus calorías, convendría tomar en consideración las visionarias palabras del Dr Dariush Mozaffarian de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard quien, en un comentario publicado en The Lancet sobre el papel de las grasas saturadas en la diabetes de tipo 2 comentaba que “es necesario rediseñar las más populares recomendaciones dietéticas y huir de clasificaciones y campañas sanitarias basadas en agrupaciones simplistas de nutrientes que se relacionan mínimamente por una misma característica química. Las actuales recomendaciones y postulados centrados en nutrientes, además de, siendo generosos, contar con el germen de la duda en su interior, son frecuentemente utilizados por la industria para crear confusión en una población completamente mediatizada. Es hora por tanto de dirigir los esfuerzos hacia la creación de guías y recomendaciones basadas en los alimentos y que cuenten con una sólida evidencia sobre sus efectos en datos clínicos claramente constatables”.
Es decir, si quieres una traducción mucho más práctica, lo que se recomienda es seguir una alimentación basada en alimentos, no en nutrientes ni en calorías. De algún modo, siguiendo el esquema que te contamos en este otro artículo.
4. Con diabetes hay que restringir la fruta porque tiene azúcar
Es cierto. Tan cierto como que hay que evitar montarse en un AVE porque este circula a 300 km/h y esa velocidad es peligrosa. Es decir, en realidad es una mentira como una catedral. Por el contrario, en este terreno existe una absoluta unanimidad por parte de las asociaciones médico-sanitarias a la hora de promocionar entre la población general el consumo de frutas para la prevención y reducción del riesgo de diversas complicaciones metabólicas, de forma clásica, obesidad, diabetes, enfermedad cardiovascular, etcétera. No hay vuelta de hoja. Todo lo demás en este sentido supone el tomar el rábano por las hojas y así haciéndolo obrar de forma equivocada.
Cierto es que un paciente con diabetes ha de controlar con mayor atención que algo quien no tenga diabetes la cantidad de hidratos de carbono que incorpora en su alimentación para ponerlo en consonancia con su, llegado el caso, pauta de insulinoterapia. Pero no, no hay ni mucho menos que proscribir el consumo de fruta por el tema del azúcar. Más al contrario, hablamos de forma pormenorizada de las ventajas de su consumo en este enlace.
5. Los alimentos “para diabéticos” son una buena opción para este colectivo
Lo siento, pero no. Bueno, en realidad no lamento nada, salvo el fenomenal ejercicio de márquetin que algunos fabricantes de productos procesados ponen en el mercado para convencer, en contra de las recomendaciones más independientes, que los “productos para diabéticos” son una opción válida para este colectivo.
Basta prestar un somero vistazo a esas recomendaciones para contrastar que la práctica totalidad de las sociedades científicas y de estudios rechazan el uso de “productos para diabéticos” y, más al contrario desalientan su uso ya que trasladan una falsa imagen de saludabilidad y por ende pueden propiciar un uso abusivo y más inconveniente que beneficioso.
Así lo pone de manifiesto la última guía para el tratamiento de la diabetes del NICE (el Instituto Nacional Británico para la excelencia en los cuidados de la salud) revisada en mayo de 2017 cuando dice, con poco género de dudas que “se desaconseja el uso de alimentos específicamente comercializados para personas con diabetes” (página 14). Una recomendación que empezó a ponerse de relieve por esta institución ya en 2009. De igual manera se expresa la ADA (Asociación Americana de Diabetes) en la página que acoge las explicaciones al respecto de los mitos más frecuentes en diabetes: “Un plan de alimentación saludable para personas con diabetes es, en general, igual que el que pudiera seguir cualquiera sin diabetes […] Los alimentos ‘para diabéticos’ no ofrecen en este sentido ningún beneficio especial. Más al contrario, la mayoría de ellos siguen alterando la glucemia, suelen ser más caros y, llegado el caso, pueden también tener un efecto laxante si contienen polialcoholes como edulcorantes”.
En España la SED (Sociedad Española de Diabetes) tiene publicado un folleto en el que se aclaran una serie de mitos habituales al respecto de la diabetes y sobre este tema sentencia: “aunque sean denominados ‘alimentos permitidos, tolerados o especiales para diabéticos’, no implica que puedan consumirse sin control. Una lectura adecuada de la etiqueta, con la información nutricional y el consejo del experto es imprescindible”.
6. La diabetes se cura
Algún día es posible que sí, pero hoy no. Si alguien en la actualidad sostiene que sí (ya sea un profesional sanitario o no) sal corriendo en dirección contraria y aléjate: lo más probable es que ese alguien esté tratando de hacer negocio a con tu desesperación o que simplemente no tenga ni idea del asunto. A modo de estrategia práctica ten en consideración que quien suele afirmar en un momento dado que tiene la cura para la diabetes, muy probablemente anuncie o se promocione diciendo que también tiene remedio para muchas otras enfermedades graves y de aciago pronóstico.
La realidad es que es están dando interesantes pasos en las investigaciones conducentes a su tratamiento, e incluso en su posible curación. Te lo contamos con todo lujo de detalles en este otro artículo, pero de momento tenemos que contentarnos con unas esperanzadoras expectativas que, ya veremos, si tienen una aplicación general, si solo afectan a una determinada población con diabetes (recuerda que su etiología no está del todo clara) o si esta posibilidad se queda en agua de borrajas. Por el momento.
Itziar M. Ceberio
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