La enfermedad cardiovascular y la diabetes
La evidencia científica es muy contundente a la hora de establecer una asociación entre el riesgo cardiovascular y el hecho de padecer diabetes. Dos alteraciones metabólicas crónicas de las que podría decirse con poco género de dudas que tienen un carácter epidémico y que además figuran entre las principales causas de muerte en nuestro medio.
Casi de modo telegráfico, aun a riesgo de dejarse diversos detalles en el tintero, puede decirse que la diabetes es un síndrome caracterizado por la hiperglucemia secundaria y sostenida ocasionada por una alteración en el metabolismo de los hidratos de carbono. En última instancia, la diabetes se debe al déficit en la secreción de insulina, al defecto de su acción sobre los tejidos en los que se espera tenga su efecto, o a ambas situaciones combinadas.
Aunque a priori pudiera preverse que esta situación es fácilmente controlable mediante el uso de los fármacos antidiabéticos adecuados, incluyendo la insulinoterapia cuando procediera, resulta incontestable que el paciente con diabetes presenta desde el primer momento de su diagnóstico (incluso cuando se hace de forma precoz, algo poco habitual lamentablemente) diversos factores de riesgo. Entre ellos figuran la dislipidemia, la hipertensión y la obesidad, entre otros. Factores que facilitan a su vez otras complicaciones de salud especialmente graves y que cursan con un importante menoscabo tanto de la calidad de vida como de las expectativas de vida de esos pacientes. Las complicaciones más frecuentes pueden resultar en infarto de corazón, ceguera, insuficiencia renal, amputación de extremidades inferiores e incluso muerte prematura.
Sobre el riesgo cardiovascular
Si hubiéramos de seleccionar dos de las palabras que más temor infligen a la población general en materia de salud creo que “cáncer” y “enfermedad cardiovascular” tendrían muchas probabilidades. Es evidente, ya que ambas están asociadas a un pronóstico de fallecimiento relativamente elevado. Sin embargo, intuyo que al mismo tiempo “diabetes” sería una de las más –injustamente- olvidadas. Y es que tal y como se ha mencionado, esta situación incrementa de forma más que significativa el riesgo de las otras dos candidatas. Más allá de las asociaciones entre diabetes y cáncer (aquí tienes un avance de lo que un día seguro será tema central en un artículo de este blog) vamos a centrarnos en el cómo afecta el hecho de padecer diabetes al mencionado riesgo cardiovascular.
De entrada hemos de ser consciente de las abrumadoras cifras de ambas condiciones crónicas y su efecto sobre el pronóstico de salud. Por su lado, las enfermedades cardiovasculares tienen el poco alagüeño privilegio de ser la primera causa de muerte en los países occidentales; y con respecto a la diabetes, es preciso saber que según la OMS en 2014 había un censo de 422 millones de adultos en todo el mundo con diabetes, frente a los 108 millones de 1980, llegando a casi a duplicar su prevalencia en este periodo al pasar de implicar al 4,7% de la población adulta a afectar al 8,5% en este mismo colectivo.
También a modo de resumen, la enfermedad cardiovascular consiste en esencia en la formación de una lesión en la pared de las arterias que irrigan el corazón (coronarias) o el cerebro, de forma que se produce un estrechamiento de la luz de éstas, reduciéndose el flujo sanguíneo y afectando gradualmente a la actividad de estos órganos. Si la arteria queda finalmente obstruida (habitualmente por un trombo) se produce un infarto o un accidente cerebrovascular (dependiendo de la localización de dicho trombo), con las graves complicaciones y consecuencias esperables. Además, tanto la hipertensión como la enfermedad renal crónica suponen importantes factores de riesgo para padecer un evento cardiovascular no deseado. Ambas circunstancias están a su vez facilitadas por el hecho de padecer diabetes.
En este sentido se tienen por asumidos una serie de factores de riesgo cardiovascular clásicos: edad, sexo, tabaquismo, diabetes, colesterol total, colesterol ligado a lipoproteínas de baja densidad (LDL-c), colesterol ligado a lipoproteínas de alta densidad (HDL-c) y niveles de presión arterial. Factores que pueden y suelen verse alterados al considerar otras variables “no-clásicas” entre las que figuran la historia familiar, obesidad, distribución de la grasa corporal, trigliceridemia, estrés, nivel socioeconómico, nivel de actividad física… como más relevantes.
Medidas para prevenir la enfermedad cardiovascular
De entre todos los factores hay algunos modificables y otros que no (la edad, el género, la historia familiar…). Por tanto se hace especialmente necesario hacer hincapié en los que sí los son. Para ello no resulta nada llamativo que tanto para reducir el riesgo de diabetes, para su tratamiento, así como para prevenir los diversos factores de riesgo vascular, las medidas higiénicas y de estilo de vida sean coincidentes punto por punto:
- Seguir un patrón dietético “saludable” (sí, soy consciente de contradictorio que supone en ocasiones hablar en estos términos por su falta de concreción; no obstante tienes este post, o este otro, que te ayudarán a concretar los extremos de esa alimentación “saludable”).
- Dentro de los aspectos dietéticos, se recuerda que los más recientes consensos basados en la evidencia científica no recomiendan los suplementos de antioxidantes ni de vitaminas si no existen deficiencias clínicamente contrastadas.
- Aba